Los pasados días 18, 19 y 20 de abril la concatedral de Alicante acogió el primer Ciclo Internacional de Órgano con la presencia de cuatro grandes organistas que sin duda resultarán familiares para muchos de los amantes del órgano ibérico de nuestra provincia, y en especial para los habitantes de Abarca de Campos: Francis Chapelet, que ha asesorado en su restauración, Thomas Ospital y Uriel Valadeau, ambos asiduos visitantes de la localidad terracampina, y el joven Carlos Fernández Bollo, a quien descubrimos el verano pasado, cuando ofreció dos conciertos en Tierra de Campos.
Hasta aquellas lejanas tierras han sido varios los palentinos y abarqueños que se han desplazado, igual que lo hicieron hace unos meses a Burgos para ver a Carlos alzarse con el Premio de Interpretación de la Catedral de Burgos. Al final de la tercera jornada, se le tributó un homenaje a Francis, con motivo de su 90º aniversario, y en agradecimiento a su asesoramiento a la hora de acometer la restauración.
El diputado de Cultura de la Diputación de Alicante, Juan de Dios Navarro, manifestaba que para la institución provincial «ha sido un honor asumir la reparación de esta pieza del Renacimiento, que es todo un icono para la provincia y está considerada como uno de los instrumentos musicales más importantes de la Comunidad Valenciana desde el punto de vista histórico, patrimonial y cultural». También apuntaba que «el órgano será un referente para la ciudad y la provincia. Se lo debíamos a Alicante».
Un amante del órgano de nuestra tierra no puede sentir sino una sana envidia –si es que tal existe– ante un acontecimiento organístico de esta magnitud. Y no dejará de preguntarse cuál es la razón para que el soberbio instrumento que en su día fue el de nuestra Iglesia Catedral no reúna actualmente las condiciones para albergar un evento comparable.
El órgano de la catedral de Palencia no es una cuestión baladí: resulta que fue el último instrumento acometido por el organero Fray José de Echevarría, quien sentó las bases de lo que luego se conoció como «órgano ibérico», (lengüetería tendida o de batalla, teclado partido, arca de ecos, registros de adorno, etc.). Echevarría murió en 1691 ultimando precisamente este órgano, que fue su última obra. Lo continuó su sucesor: Fray Domingo Aguirre. Este emblemático instrumento sirvió de modelo y referencia obligada para los demás órganos catedralicios que se construyeron en el siglo XVIII (Salamanca, Segovia, Toledo, etc.).
Sin duda una provincia tan rica en patrimonio organístico como es la nuestra merecería que el más relevante del mismo estuviese en una situación equiparable a la que exhiben algunos de los instrumentos de la provincia. Sería deseable que, allá donde las limitaciones del cabildo catedralicio imposibilitan su rehabilitación, las instituciones y algunas empresas palentinas mostraran la sensibilidad que se requiere para llevar a buen puerto esta complicada tarea.
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