En “Las edades del monje: jerarquía y función en el monasterio medieval” al igual que en el Seminario sobre Historia del Monacato, los investigadores participantes tratan de “dar respuesta a tres cuestiones”, explica García de Cortázar en el prólogo de la obra, para precisar que “la primera es la de la propia secuencia vital de los habitantes de un monasterio”.
Una trayectoria que en muchos casos comenzaba en la más tierna infancia. “Si esa convivencia de niños y adultos en un monasterio podía proporcionar a los primeros algunas oportunidades, no es menos cierto que los riesgos que podía suponer fueron los que, con el transcurrir del tiempo y en general desde el siglo XI, irían acabando con la figura de los oblatos infantiles”.
Oportunidades y riesgos de la convivencia monástica
Precisamente, en esos “riesgos y oportunidades” centra su artículo Ramón Teja, quien explica que el monacato “se desarrolló por primera vez en Egipto” y que existe allí “una rica literatura surgida en los ambientes monásticos, en que se aborda, con una espontaneidad que nunca se dio en los ambientes occidentales la enorme difusión que alcanzaron la homosexualidad y en especial la pedofilia en los ambientes monásticos”.
Y es que, tal y como argumenta el catedrático de la Universidad de Cantabria, “aunque el impulso que llevaba a estos hombres y mujeres a retirarse del mundo y vivir en la soledad era alcanzar mejor la salvación eterna, ello no evitaba que también allí fuesen víctimas de las tentaciones del diablo”. Para evitar los pecados carnales, “la separación de sexos fue un principio fundamental” en las comunidades monásticas. Pero tanto en los cenobios como entre los monjes solitarios “se difundió la costumbre de admitir a niños o jóvenes”, lo que provocó que “las tentaciones del diablo, ante la ausencia de mujeres se centrasen en los compañeros masculinos y, especialmente, en los más jóvenes”.
Frente a estos “vicios” y para evitarlos, se extendieron “las denuncias, los castigos y las normas de la Regla”, algunas de ellas tan minuciosas, recordaba Teja, como la que decía “No se sienten dos juntos sobre los lomos de un asno, ni sobre el timón de un carro” que, no obstante, en muchos casos, “resultaron inútiles”. Tanto es así, que en algunos monasterios, para evitar la tentación, se prohibió la “entrada de mujeres y de jóvenes imberbes”, una premisa que sigue vigente, por ejemplo, en la República monástica del Monte Athos en Grecia. Aunque, según Teja, se poco sirve, dado que “allí donde no hay imberbes proliferan los diablos viejos y barbudos”.
La organización funcional de la comunidad
La segunda cuestión que aborda el libro es la organización de las comunidades monásticas constituidas por oblatos, novicios, profesos y conversos, diferenciando y distinguiendo las premisas de cada una de estas categorías. La supervivencia del monasterio “exigía un gobierno y una gestión eficaces”, asegura García de Cortázar. Así, va creándose una jerarquía que ayuda al gobierno del monasterio y a su desarrollo exterior.
“La regla y las costumbres de cada monasterio perfilan los rasgos humanos y las obligaciones inherentes a cada uno de sus cargos: abad, prior o priores, decano, maestro de novicios, sacristán, cellerizo, hospedero, copista…”. “Cada oficio – recuerda el director de la obra – tiene un responsable y todos ellos rinden cuentas de su gestión al abad en el capítulo”. La sala capitular se convierte así, en el núcleo de la gestión, espiritual, social y material de la vida de cada monasterio.
Proyección espacial de las funciones monásticas
La última cuestión abordada en el Seminario y en el libro es cómo la organización del monasterio afecta de forma determinante a la distribución de los espacios dentro del complejo. Los escenarios en que se desarrollaban los diferentes oficios monásticos, “dejaron su impronta física en el plano y el alzado de los distintos cenobios”.
Ocho artículos, ocho expertos dan respuesta a estas tres cuestiones en el libro del que se han editado 700 ejemplares, que ya están a la venta al precio de 24 euros en librerías especializadas y en la tienda online de la Fundación (https://tienda.santamarialareal.org/).
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