Las celebraciones del Domingo de Resurrección vienen marcadas por la gran Vigilia Pascual que tiene lugar en la seo palentina a las 12 de la noche, como preludio de la gran fiesta que tendrá lugar en la mañana siguiente.
Los orígenes de la Procesión del Rompimiento del Velo de la capital palentina hay que buscarlos en el siglo XVI, más concretamente en el año 1592, momento en el que se da la potestad a Juan Gómez de Loyola para que la Cofradía de la Vera Cruz se hermane con la Cofradía de la Santa Resurrección de los españoles de Roma. Esta unión tenía un fin: conseguir obtener las gracias y las indulgencias de las que gozaba gracias a su santidad.
Posiblemente este hermanamiento con dicha Cofradía propiciará entre otras cosas, la procesión del rompimiento del velo, con el encuentro en la Plaza Mayor entre la Virgen y el Santísimo.
Desde entonces la procesión se ha realizado ininterrumpidamente en la ciudad de Palencia. Incluso en épocas difíciles como en la guerra civil el acto tenía lugar en el templo dominico de San Pablo. Actualmente si las condiciones climatológicas no lo permiten también se realiza en ese mismo lugar.
La procesión comienza en las primeras horas de la mañana con dos procesiones que se dirigen hacia la Plaza Mayor, pero en distintos momentos.
En primer lugar parte del Convento de San Pablo la imagen de la Santísima Virgen, tapada con manto y velo negros que ocultan su cara y su cuerpo. La imagen es acompañada por hermanos de la Santa Vera Cruz y por un buen número de mujeres que en esta ocasión visten con una mantilla de color blanco, simbolizando la alegría del Resucitado.
Minutos más tarde sale del mismo convento la procesión con el Santísimo Sacramento bajo palio, realizando un recorrido distinto que el de la Virgen.
En la plaza Mayor de la ciudad tiene lugar el encuentro entre la Virgen y su Hijo Resucitado. Los hermanos que portan a la virgen realizan tres venias o genuflexiones ante el Santísimo y posteriormente le retiran el velo y el manto negro de luto. Mientras se oyen los aplausos de los hermanos que visten sin el capirote, se entonan cantos, mientras los cofrades colocan a la Virgen una corona y adornan el paso con flores.
Finalizado este emotivo acto, ambos cortejos procesionales discurren juntos recorriendo las calles más céntricas de la ciudad hasta llegar al Convento de San Pablo, donde tiene lugar la celebración eucarística del Domingo de Resurrección.
En esta procesión sólo desfila un pequeño paso, el de la Virgen del Rompimiento. Se trata de una virgen María en actitud orante, y de autor anónimo, aunque por sus características se cree que sea una copia de los talleres de Olot. Durante el año la imagen recibe culto en la capilla que tiene la cofradía en el Convento de San Pablo, regentado por los padres dominicos.
Con la procesión del resucitado se dan por finalizadas las procesiones de Semana Santa. Es en este momento cuando la alegría se dirige hacia las sedes de las distintas cofradías palentinas, a las que se aproximan muchos hermanos y visitantes para consumir la tradicional limonada y recibir la Colación, una costumbre de algunas Hermandades en las que se entrega en este día de júbilo un paquete de almendras y un pan de anís, para celebrar todos juntos la alegría de Cristo Resucitado.
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